domingo, 26 de junio de 2011

Rudimentos de economía para mis alumnos indignados

1. ¿Por qué manda el mercado?


Esta interesante pregunta aparecía en una pancarta de la acampada de León. Ésta es mi respuesta.


Un hombre joven y corpulento va por un pasillo angosto y se encuentra con una anciana diminuta que camina apoyada en un bastón. ¿Quién debe ceder el paso?
El hombre joven puede derribar a la anciana y caminar sobre ella. Otra posibilidad, es que haya sido educado con normas sobre el respeto a las personas mayores y a los más débiles. En ese caso, volverá sobre sus pasos y buscará una manera de ayudar a la mujer a completar su paseo (*).


Es fácil introducir el mercado entendido como mecanismo de intercambio en esta historia. Puede que la viejecita tenga mucho dinero y esté dispuesta a pagarle al joven por las molestias. Puede que el joven se dirija a hacer una tarea bien remunerada y esté dispuesto a pagar por tener el paso libre.


Si alguien está pensando que ésta es una historia tonta le diré que con pocos más mimbres Ronald Coase escribió el segundo de sus artículos más conocidos. A los genios les basta con dos artículos sin ecuaciones y con un único concepto para cambiar dos campos de análisis. Su visión sobre las implicaciones de quién tiene derecho y sobre las posibilidades de negociar es fundamental para entender problemas de medio ambiente. En concreto, para diseñar medidas efectivas tratando de amortiguar el coste económico que podría poner en peligro su implantación.


Volviendo al ejemplo vemos que, aparentemente, puede "mandar":
1)La fuerza del joven.
2) La norma social o...
3)La capacidad económica y valoración del tiempo de uno u otro.

Pero, en realidad, quien "manda" es el pasillo estrecho. Las soluciones a los problemas pueden ser mejores o peores pero no son el problema. Igual que los mensajeros pueden traer mejores o peores noticias pero la solución no pasa por matarles.


Usando un lenguaje un poco más técnico diría que "mandan" las escaseces. Las diferentes normas e instituciones gestionan la escasez. Algunas de estas normas son ajenas al mercado mientras otras están destinadas a solucionar los problemas con intercambios. En resumen, el mercado es una de las soluciones. No necesariamente la mejor ni la peor. Depende de los casos.


Volviendo de nuevo a la historia de la viejecita y el joven a mí la solución que más me desagrada es arrollar a la anciana. A otras personas les parece odiosa la idea de que la anciana le compre su tiempo al joven. Pero esa es otra historia que pertenece al segundo capítulo. De la anécdota, yo me quedaría con la idea de que si el joven se cansa de pagarle el peaje a la ancianita puede decidir ampliar el pasillo o buscar otra alternativa. En ese caso, la solución mercantil es la que manda la señal adecuada.


(*) Me gustaría hacer un inciso sobre la pérdida de la norma de ceder el asiento. No hace muchos años se enseñaba en las escuelas la necesidad de ceder el asiento a las personas mayores, embarazadas o personas con algún problema. En mis escasos viajes en el metro en Madrid y en las salas de espera observo que esta costumbre ha desaparecido.